OTTO RANK, UNA GUÍA:
En su estudio de “El doble”, Rank desarrolla el tema en base a distintas obras analizadas, que van desde lo cinematográfico hasta lo literario.
Según señala, “el doble es una división independiente y visible del yo, su aparición se identifica con la soledad de los personajes, percibiéndose y representándose como una fatigosa compañía de un segundo ser”, el acento de esta compañía recae, como también lo declaró Nietzsche, “en la sociabilidad con el propio yo, objetivado como duplicación”.
EL ESPEJO suele ser un denominador común en la mayoría de las narraciones.
En un relato de J. E. Poritzky aparece como algo amenazante:
“Una noche, un doctor Fausto en edad y sabiduría... tuvo la experiencia de verse presa frente a su espejo, de un recuerdo de la infancia que contenía el temor supersticioso de mirar un espejo a medianoche...”
En “William Wilson” de Poe, hacia el final del relato, el espejo actúa como debelador de la identidad entre él y su antagonista:
“Un gran espejo… se erguía ahora donde antes no se veía ninguno; y cuando me acerqué a él... mi propia imagen, pero con facciones pálidas y manchadas de sangre, avanzó a mi encuentro...”
En la novela “El doble” de Dostoievski, la narración comienza:
“Apenas había saltado de la cama, cuando lo primero que hizo fue precipitarse al espejito redondo que se encontraba en mi tocador”.
En el capítulo “El doble en la antropología”, Rank establece que hay abundante material folklórico sobre las ideas y costumbres supersticiosas asociadas a la imagen del espejo. Estas ideas se vinculan con la prohibición de mirarse al mismo o al reflejo en el agua (fábula de Narciso). Si se hace así se pierde la propia imagen, es decir el alma, por lo tanto la muerte es una consecuencia necesaria.
Los croquis siempre fueron un foco de atracción o un punto de debilidad, algo que mostraba un trazo particular, una realidad "sintética" desde Le Corbu hasta Testa. Un mundo de impresiones, una teatralización de la realidad representada a "MANO ALZADA"...
Comentarios
He tenido muchos amores -dije- pero el más hermoso fue mi amor por los espejos.
Ella lo sabía. Ella lo comprendió tan bien. Y yo, que detesto los espejos, que reniego de la muerte, aún con todo, cedo ante la lectura de Alejandra. No sé si la muerte acontece como borradora de alma o como espejo renovador. No lo sé aún. Creo que el espejo no conmueve al doble, sino al tercero que cabalga junto a acada uno. El doble es aún uno, quebrado por la palabra. En fin. Aún no veo los croquis, voy por ellos. Saludos.